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Una palestina revisita el vestido tradicional gracias al diseño con ordenador

Por AFP

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A simple vista, parecen los bordados tradicionales que adornan los vestidos de fiesta y otros trajes palestinos. Sin embargo no hay ningún bordado en las creaciones de Natalie Tahhan, que ha rejuvenecido la costura palestina gracias a su ordenador.

En su pequeño taller de Jerusalén, en el que trabaja sola, no hay puntos de cruz ni largas horas de minucioso bordado, sino un ordenador portátil y un par de tijeras. Las capas de esta joven diseñadora de cabello largo y oscuro, están hechas sobre tejidos impresos cuyos motivos geométricos, diseñados a través de la pantalla, reproducen, casi hasta llegar a confundir, los motivos típicos del bordado palestino.

"Quería hacer algo nuevo, moderno, nunca visto en el mercado", explica esta palestina de 27 años establecida en la vivienda familiar del barrio de Ras al-Amud (este), donde los palestinos esperan instalar la capital del Estado al que aspiran. No muy lejos de allí, como para recordar el bloqueo en que se encuentra atascada la paz desde hace años, un barrio de colonización israelí está reduciendo la parte oriental de la Ciudad Santa, ocupada por el Estado hebreo desde hace 50 años.

Hace siglos que los palestinos bordan minuciosamente sus hábitos tradicionales, generalmente largos y negros, ornamentados con bordados rojos, que todavía hoy se ve en las zonas rurales o en las ceremonias matrimoniales.

Una prueba de existencia

Todos los motivos, variados dependiendo de la ciudad, tienen un significado. A través de los colores y el diseño "se puede saber el origen de la mujer que los lleva y si está casada o soltera", cuenta Natalie Tahhan, que estudió en Londres y en Doha.

Estos bordados son parte de la "identidad" de los palestinos y "la prueba de nuestra existencia en cada ciudad y pueblo palestino", visto que bastantes de estas localidades ahora forman parte de Israel, afirmó a la AFP Maha Saca, que dirige el Palestine Heritage Center de Belén, en la Cisjordania ocupada. Actualizarlos "mezclando motivos palestinos y cortes modernos, está muy bien y es muy importante", continua Saca, que lucha para que los bordados se incluyan en los uniformes escolares en nombre de la conservación del patrimonio nacional.

Muchas jóvenes creadoras están renovando el estilo de estos vestidos para que las nuevas generaciones luzcan los trajes de sus abuelas, cada vez más olvidados en la vida diaria. Sin embargo, Natalie Tahhan es una de las pocas que lo hace en Jerusalén y la única que ha abandonado la labor del bordado. A falta de imprenta en los territorios palestinos ocupados, obtiene sus tejidos impresos de Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. Llegan a su casa vía Doha y Ammán, un corredor generalmente usado para enviar bienes a Jerusalén, y eludir así la ausencia de transferencias directas de los países del Golfo a Israel.

La primera colección de Natalie Tahhan se compuso de cinco modelos de capas de satén en blanco, negro o violeta, y revestidas de motivos geométricos de colores relucientes. En menos de tres meses, se vendió toda la colección, principalmente en los países de Golfo y a 550 dólares la pieza.

Un pedacito de Jerusalén

Según Saca, que desde la apertura del Palestine Heritage Center en 1991 ha conseguido reunir la colección de vestidos palestinos más importante, un verdadero atuendo tradicional de calidad puede costar hasta 2.000 dólares. Un precio que se explica por las cuantiosas horas de trabajo y los materiales empleados, normalmente costosos.

Entre las capas de Natalie Tahhan, la que está inspirada con motivos de Hebrón, la gran ciudad al sur de Cisjordania, es una sucesión de cuadrados azules y rosas que bañan enteramente un tejido negro, con los hombros al descubierto y que garantiza el toque chic y colorido de cualquier traje negro. Estos tejidos ligeros y de colores tienen mucho éxito en los países del Golfo, donde los vestidos tradicionales palestinos, negros y fabricados a base de grueso algodón, pueden convertirse rápidamente en insoportables bajo el ardiente sol.

El origen del producto es otro argumento más de venta. "Lo que le gusta a la gente es tener piezas hechas en Jerusalén, sobre todo a los palestinos que viven en el extranjero", manifiesta la joven creadora.

Cuando compran una capa, "tienen la impresión de llevar con ellos un pedacito de Jerusalén", una ciudad muy querida por los palestinos, muchos de los cuales viven en el extranjero, bien por las guerras o porque aspiran a una vida mejor. Para Natalie Tahhan, su triunfo es también una señal de que se puede crear en el este de Jerusalén pese a la ocupación y la persistencia del conflicto con Israel. (AFP)

Fotos: Natalia Tahhan, Facebook

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